DECEPCIÓN

Dice el libro del emocionario que la decepción "es el pesar que te invade al saber que lo que tú creías no es verdad". Y pensando en escribir sobre esta emoción, he recordado una entrevista  a Rafael Santandreu, en un programa de televisión. 

Rafael Santandreu es un psicólogo, autor, entre otros, del libro "El arte de no amargarse la vida", del que si no os he hablado todavía, lo haré algún día, porque me parece que de él se puede sacar mucho jugo en esto del crecimiento personal...

El caso es que en esa entrevista, Rafael Santandreu dice que la clave de la fortaleza mental está en controlar tus pensamientos. Él dice que no tiene sentido decir que otros nos ponen de los nervios. Lo que tiene sentido es reconocer que algo que hacen otros, según lo evaluemos nosotros (según nuestros pensamientos), hace que nos pongamos de los nervios (nosotros).

Me gusta mucho esta manera de enfocar las cosas, porque nos permite hacernos responsables de nuestra vida, de nuestras emociones. Y cuando nos hacemos dueños del algo, en lugar de sentirnos víctimas, podemos decidir...

Piénsalo y dime si no crees que nos pasa esto: Acostumbramos a poner la responsabilidad en los otros, "son ellos los que nos enfadan", "son otros los que nos disgustan", "son los demás los que nos alteran..." pero la realidad (a mí me gusta pensarlo así ahora, porque me hace sentir más dueña de mi vida) es que somos nosotros los que nos sentimos de uno u otro modo según el pensamiento que nos digamos ante lo que otros nos hacen.

Cuando pensamos, como dice en la entrevista Rafael, que Fulanito nos pone de los nervios, realmente lo que ocurre es que Fulanito hace algo que a nosotros nos parece intolerable, o nos parece inadecuado y nos ponemos de los nervios. 



Y para hablar de la decepción me encaja perfectamente este planteamiento, porque creo que el origen de la decepción radica, en la mayor parte de los casos, en el hecho de que somos nosotros los que nos hacemos una idea de lo que otra persona tiene que hacer, o tiene que decir. Y si no hace lo que nosotros pensamos, como nosotros esperamos, decimos que "nos ha decepcionado". 

Yo he aprendido, y ahora lo comparto contigo, a no dar por supuesto que los demás saben lo que pienso. Así, si espero algo de alguien, se lo digo (siempre que sea posible). Y si no lo hace, sí puedo estar en mi derecho de sentirme decepcionada. 
Pero si no he pedido nada, si nadie me ha prometido nada, no debo sentirme decepcionada. Al menos, no debo poner en el otro la responsabilidad de mi decepción.

Y aquí recuerdo la frase de un libro que hace muy poquito que leí, que se llama "El caballero de la armadura oxidada", de Robert Fisher, que dice: "Cuando aprendáis a aceptar en lugar de esperar, tendréis menos decepciones".

Con esta frase quiero terminar, porque me parece que recoge muy bien la esencia de lo que he querido transmitir en esta entrada: La decepción es una emoción que debemos gestionar de la mano de la aceptación

La próxima vez que te sientas decepcionado, dedícate un tiempo a pensar cual es el origen de esa decepción. Quizá puedes cambiar tu pensamientos y convertirla en aceptación.

Te deseo una feliz semana, con pocas decepciones!! Que seas muy feliz!! 

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